Tenía una cita, como siempre, en el mismo sitio.

Llegó al lugar de encuentro. Se sentó sobre la piedra fría, helada. No como ella, tan cálida, buena…

Por un momento, se quedó absorto pensando los viajes que siempre hacían juntos a la isla de Elba.
Aún se acordaba, todavía se podía sentir, ver el cielo que una vez fue pintado de rosa, el mar amarillo y la arena azul entre sus pies.

Ahí era el instante en el que todo podía acabar con él, mientras un “por siempre” susurrado salía de sus labios.

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