Cuidado, no vaya a ser que un día vuelva el de los ojos bonitos y te diga que no puede vivir sin ti, sin tu boca, ni tu piel. O que te suelte un poema de Bécquer o de Neruda. O te llame por el balcón,

y aparezca una tuna de esas depresivas y te cante «Clavelito de mi corazón». Y si te invita a cenar a la luz de las velas tú ignora sus mentiras y vete a bailar, sáltate la dieta, píntate las uñas. Lígate a un tío, o a dos mejor, a todos los que puedas. Y rompeles el corazón, total, van a rompérselo tarde o temprano, así que, ¿quién mejor que tú? Queda con tus amigas, diles que se acabó eso de ser una niña buena, que volverá la chica atrevida, que se pasaba las noches de bar en bar, con su cuerpo descomunal, consiguiendo chupitos gratis. Enamórate de alguien con la risa fresca y luz en la mirada… Enamórate de ti. Sedúcete cada día, sé dueña de ti misma, por una vez en tu vida. Ponte ese pintalabios rojo que te prohibía ponerte porque era muy provocativo, y ve manchando las caras más bonitas de la ciudad. O de otras ciudades. Así que viaja, conoce a gente en la estación del tren. Dile al que toca la guitarra en ese pasillo del metro que toque «Fuerteventura», pero en el sofá de tu salón. Juega con los hombres como ellos jugaron contigo. Hazles sentir bien con tu contoneo, y luego destrozalos, no tengas compasión. Salta, ríe, canta, baila. Haz lo que quieras, pero hazlo por ti,

sólo por ti. Porque te mereces eso y más, porque te amas, y eres dueña de ti misma y eso jamás te lo podrá quitar nadie.

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