José estaba absorto viendo las noticias cuando su hija, Miriam, se sentó en su regazó.

—Papáááá, qué es el co-co-co… —le preguntó Miriam al mismo tiempo que le quitaba las gafas de ver de lejos.

—Miriam, no me dejas ver la televisión, en dos segundos te lo explico —dijo el padre, colocándose nuevamente las gafas.

… Los profesionales autónomos están siendo uno de los sectores más afectados por la crisis causada por el Covid-19…

—¿A qué te refieres, al coronavirus? Te lo voy a explicar: es un bichito que es redondo con muchas patas y hace mucho daño a las personas que lo tienen —dijo el padre, apagando la televisión.

José apoyó con delicadeza a su hija en el sofá, junto a él. Abrió el periódico. Lo cerró. Se echó hacia atrás y jugó con el pie de Miriam.

—Mamá tiene ese bichito.

José abrió la boca. No dijo nada.

—Es verdad.

José cogió el portátil de la mesa baja. Entró en la web
del banco, en el correo. Lo dejó de nuevo.

—Tiene que ir a ver a la señora de la bata blanca: qué dolor, yo no voy.

José se sonrió y volvió a aupar a su hija hasta sus piernas.

—Lo que tiene tu madre es un nuevo hermanito que está naciendo dentro de ella y pronto le veremos la carita —dijo el padre—. Y esas señoras que tanto miedo te dan cuidan a los enfermos y ayudan a conseguir que ese bichito desaparezca. Son unas heroínas para todos nosotros ahora mismo.

—Papá, ¿tú sabes quitar ese bichito? Yo no lo tengo, ¿verdad? —dijo Miriam tocándose la tripa.

—Tranquila, yo me ocupo de que ese bichito nunca entre en esta casa. Anda, ve a ayudar a tu madre —dijo el padre.

Miriam se acercó a su padre, le dio un beso en la mejilla y se marchó hasta dónde estaba su madre sentada. José abrió el portátil.

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