Sábado, 29 de Abril del 2017.

Hoy entiendo que existo, me he levantado con este humor. He desplegado las sábanas de mi mortaja y me he dado cuenta de que estoy vivo. Dejé de sobrevivir y empecé a correr por esta senda compartida. ¿Compartida con quién? A quien pretendo engañar, estoy solo en este viaje. Me reconforta saber que no soy el único viajante solitario en este pasaje, hay muchos como yo. Hombres y mujeres de mirada vacía o quizás llena de fantasía, a todos modos es lo mismo.

Nuestro camino se entre cruza. Ni ellos ni yo, hemos salido a la calle. Nos mantenemos en nuestro nicho confortable. Acariciando lo propio, la sombra que nos alimenta con el frescor de reconocerse dócil a nuestro mando. Tenemos un control absoluto sobre lo que desposeemos y al darnos cuenta de esto, vivimos por encima de cualquier ideal a idolatrar.

¿Vivimos?

Más bien sobrevivimos; nos repetimos diferenciándonos del ayer por el hoy, pero sin pretender cambiar el mañana. Anclados a nuestra superioridad contemporánea. Habrá quien que se mantengan en pie, en lucha férrea. Pero yo no reconozco a nadie.

Me pregunto porque escribo y sobretodo porque lo hago de esta forma tan deprimente, tan existencialista. Quiero hacerme ver que estoy aquí, mejor dicho: Quiero haceros ver que estoy aquí. Frente a vosotros y vosotros al mismo tiempo sois mis semejantes, también colonizáis este espacio circundante. Os apoyáis en esta realidad y la hacéis creíble o al menos la tomáis por verdad, pero os diré una cosa; no existe verdad más allá de la verdad confabulada. Todas estas fantasías que os enumero y todas las que dejo de enumerar desde la biblioteca del Nautilus a la de la Alejandría carbonizada, la verdad de Pierre Menard, sus verdades son tan verdad en la medida en que nos las creamos. Pues el ser humano, a diferencia del ser inhumano, tiene esta capacidad, la de creer, tomar fe del asunto. Siendo a la vez consciente de su actitud. Quizás sea esto lo más chocante, tenemos conciencia de que somos, somos creyentes de nuestro propio ser. Tal vez haya quien sea incluso Dios sobre si mismo.

Estoy un poco loco, he dejado de estar cuerdo hace tiempo. Entre lo que diga habrá algo de verdad y seguro que también grandes mentiras, yo personalmente decidí dejar de creerme hace tiempo ya. Me tomé la molestia por tratar de olvidarme, dejar de ser. Sin lugar a dudas, no lo consigo, pues tengo este vicio imposible de borrar. Mejor dicho: imposible por dejar de ser escrito. Tengo que sobreponerme ante mi nada una y otra vez, como si mi lucha fuera ya rutina.

Me escribo, me leo.

No me reconozco en lo escrito y paso página. Vuelvo a escribirme.

El día de hoy me resulta incomprensible, tan solo bebo para para dejar de sentir este plúmbeo peso, se que acabaré por acostarme tarde y luego no habrá quien me levante.

Debería buscarme con quien follar. Mi padre me lo recomendó cuando vino con mi madre a visitarme a Cuenca. La verdad, es esa. Necesito compartir la carne más que cualquier idea.

Porque a decir verdad, pensándome llego a la conclusión de que no soy más que un personaje literario y que así como está escrito que necesito follar, podría poner algo distinto, algo como: Estoy arto de follarme a Marta, esta ninfómana acabará por quebrar mi polla.

Y resulta ser esta la realidad.

Estoy cansado de follar.

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