¡QUÉDATE EN CASA!… SEGISMUNDO

– Señor, debe ir a casa, no puede quedarse aquí, estamos en toque de queda…

– Se llama Segismundo y no tiene casa, tampoco habla, nunca hemos oído una palabra suya. Sólo sonríe, o frunce el ceño cuando está disgustado, como hoy. Todos dormimos en este portal.

Una brigada del patronato, del ministerio de inclusión social y la policía, trata de convencerlos.

– Don Segismundo, si no se retira de este lugar, tendremos que detenerlo.

– Eso no lo asustará. Cuántas veces lo han llevado. Cuántas veces hemos ido detenidos. ¿De qué podrían acusarnos?, ¿de dañar el ornato de la ciudad?, somos viejos que no tenemos nada, despojos de la sociedad, nuestros cadáveres irán a la fosa común del cementerio municipal…

– ¿Saben ustedes que estamos en una epidemia?, no sólo en nuestro país, en el mundo entero. La gente está enfermando y muriendo de neumonía.

– ¿Y? Sería lo mejor para nosotros, no nos atrevemos a suicidarnos. El único que lo hizo fue el tuerto, hace años, se colgó con su soga de cargador.

– ¡Bueno señores, cumplimos órdenes! es por el bien de toda la ciudadanía. Si no van por las buenas, será a la fuerza.

Y así fueron desalojados cinco ancianos del portal de San Juan.

En la televisión, una autoridad de gobierno advierte que los indisciplinados serán multados con cien dólares la primera ocasión, un salario básico la segunda y prisión de uno a tres años si reinciden. No salgan a la calle sino por necesidades vitales, -insiste- mejor si hacen compras a domicilio, preferentemente con tarjetas de crédito, transferencias bancarias, bla…

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Las seis de la tarde, viernes santo, una plaza desierta. Un cadáver yace en el portal de San Juan, encharcado en sus secreciones. Al fin está en casa Segismundo.

                                           Oswaldo Guyasamín, de La Edad de la Ira