Habría que reescribir el cuento, porque Blancanieves no mordió la manzana. Se quedo intacta y fría en el frigorífico.
Y el príncipe se equivocó, en su visita, con la ortografía: ese fue su error.
Y porque como todos los cuentos que nos contaron en la infancia, la gramática estaba por encima de la fantasía.
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