Cerrando la puerta, y encontrándome otra vez con él, solos, en casa. Le dije:- ¡Otra vez tú! Siempre me persigues cómo si fueras mi sombra. No niego la profundidad de nuestra amistad, oero, no se puede pasar la vida, con un solo compañero. Muchas veces no puede comprender la falta de una palmada en la espalda al llorar. Me voy vaciando. Mis emociones son como unas velas que se van apagando. Me he quedado demasiado tiempo con el mismo «Nadie».
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