Del olvido al recuerdo,

de la carga diaria que pasa y desespera

y poco a poco mata.

Del rebelde añorado,

al defensor de perdidas causas,

de la antítesis de lo cotidiano.

Del cielo roto y del campo agrietado,

porque nadie me desespera,

ni tampoco me apaga.

Del dolor y fatiga.

Del desprecio y la ignorancia

que me ignoran y no me bailan.

Del títere cotidiano.

Música, arte y poesía me abrazan,

me miman y me cantan.

Del agarrarse a la vida

y saber que el tiempo, poco a poco,

se escapa y apaga.

Del coágulo de sangre,

de las grietas en la piel desmejorada,

de manos cansadas.

Del confundir de la noche

a la incertidumbre de la mañana.

Sin máscaras ni tapujos,

razón o rumbo,

a pecho descubierto,

caminando hacia un “nada de nada”.

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