Mi gato Shakesperare tiene asma y tose de vez en cuando y aplasta el silencio de esta noche mía en donde habito en mi mundo de letras.Mi mejor mitad, como se dice en inglés y me gusta así con traducción literal, duerme al otro lado de la casa. Varios gatos reposan repartidos por estanterías, sillas y otras superficies, para protegerme de oscuros espíritus y miedos infantiles. De vez en cuando el tren de cercanías me recuerda que estoy en una ciudad y no en una nave perdida en el espacio flotando entre miles de galaxias en un universo sin fin. Entonces vuelvo a la tierra y me sorprendo por la angustia de la gente que enloquece por estar unos días sin salir de casa, me río con las ocurrencias enviadas por amigos generosos a los que esté invisible asesino no ha podido silenciar y me preocupo por los que quiero y por el resto de humanos con los que comparto la tierra, esta nave sideral en la que no estoy sola.

Cuando nos dimos cuenta, era tarde. Ojos y bocas abiertas ante el televisor, ante el móvil, ante las noticias increíbles. Era una sensación familiar y como una detective de la memoria busqué en el recuerdo. De pronto vino a mi mente la imagen de la gente en la playa en Indonesia, veían como el mar se retiraba y se quedaban ahí, inmóviles, incrédulos en esa situación irreal esperando a la ola gigante que se avecinaba. Después de la parálisis, la gente corría, intentaba sobrevivir pero también ayudaba a los demás. Hay cientos de historias hermosas, solidarias y las habrá cuando termine este paréntesis en el que solo la tierra parece salir beneficiada de nuestro encierro. Quizá ella es la más lista y lo tenía todo planeado. Nos ha enviado un mensaje imposible de ignorar.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS