Un acontecimiento irrepetible

Un acontecimiento irrepetible

Miguel Blanco

27/03/2020

En cualquier momento nos llamarán para decirnos que nos conectemos. Que su hijo, nuestro nieto, por fin se ha arrancado y que ya camina solo.

Solamente las dos personas que viven con él, sus padres, tendrán la oportunidad de asistir en directo al evento, en primera fila. Esta actuación, auténtica performance, es única y no admite modificaciones. Nada que ver con los Juegos Olímpicos de Tokio, la Feria del Libro o un concierto de Van Morrison; esos pueden retrasarse o cancelarse, este no.

Dadas las circunstancias, el siguiente círculo de confianza del artista —entre los cuales me encuentro en mi papel de «groupie» entregada de antemano— podrá (podremos) verlo en directo, retransmitido por Skype. Estoy convencido de que los dos privilegiados, el exclusivo público del estreno, pondrán los medios para que así sea. Tal vez tengan que organizar un dispositivo similar al que se monta cuando se intuye que está a punto de colapsar el arco de la pared de hielo del glaciar Perito Moreno. Es decir, colocar una cámara fija que no deje de grabar a la espera de que la espectacular rotura del puente se produzca, sean las dos de la madrugada o las seis de la tarde. La Naturaleza no espera. Bien es verdad que —en nuestro caso— si de algo podemos estar casi seguros, es de que la actuación estelar no va a producirse en horas de sueño. Es un alivio

Es absurdo quejarse. Con llorar, más pena. Por más vueltas que quiera darle, no hay forma de detener o retrasar lo que está a punto de suceder. Ya, pero es que…. ¡tenía tantas ganas de estar presente! Fue una de las primeras cosas en las que reparé cuando decretaron el estado de alarma: «me lo voy a perder, seguro». Faltaba tan poco la última vez que estuvimos con él, que era evidente que unas semanas sin salir de casa eran sinónimo de perdérselo.

Seguimos esperando. Ya no puede quedar mucho.

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