Un cuento por acabar, una herida por sanar.

Un cuento por acabar, una herida por sanar.

GIO CUSTOS

29/04/2017

Recuerdo lo que me dijo mi abuela para ser feliz: «No hay motivo, ni gloria ni perjuicio que te haga estar así». Un abrazo una sonrisa y sus ojos me transmitían la experiencia no escrita en libros, la viveza de verme y quererme tanto.

La vida es muy corta, mis venas son amargas, como amarga soledad entre tanta gente y tantas pocas personas. Bajo la penumbra de mi, un café, y un corto papel lleno de lágrimas, se iban secando al tiempo que llegaba una brisa silenciosa, como silenciosas las calles de Madrid, a las tres de la madrugada, exactamente me encuentro en Vicálvaro, barrio al sureste de Madrid, barrio donde la vida es ágil, personificada a cada cual.

Vuelvo al papel después de un pequeño descanso. En el suelo estaba él al igual que la situación de este país por desgracia, pensé. Arremetí contra el folio y se rompió, lo rompí, empezó a llover fuera de mi habitación y dentro de ella…

Últimamente vivía con la sensación de no tener razón, pero con las irremediables ganas de quedarme sin razón, pues un necio es más feliz mentido y creyendo una verdad nula que no creer nada y ver que todo se derrama, mas yo estaba desbordado y a punto de arremeter hacia la caída de mi ventana, tres metros, a las tres de la mañana, sin nada que decir.

Un grillo sonaba de fondo y copaba todo el ruido y todo el sonido de esta infinita calle.

«¿Qué quieres que haga?» «¿Qué sentido tiene seguir y seguir para abandonar cuando no puedas más?» «¿Cuál es la gracia a esto que llamamos vida?»

-«Cri cri» sonó «cri cri» respondió.

Preguntaba sin querer repuesta, supuse que la única meta era esperar a ver que podía llegar a entender.

Soy un chico de catorce años, no entiendo el sentido de nada, sin apoyo y levitando entre el sí y el no, soy de ciencias y no entiendo el infinito, no entiendo nada, la calle mojada y… ¿Por qué? Quizás como dijo aquel jefe de estado, esta vida no es como lo dicen y, quizás no se sabe por qué cae agua del cielo. «Que mente tan predilecta» pensé con ironía…

Mientras tanto el cantar del grillo fue contestado por el sonar de las puertas, y por la sonata de unos borrachos que hablaban a gritos. Un gato sigiloso y vagabundo debajo de un coche miraba la escena pensativo quizás, adormilado por el calor del coche quizás.

Luces de habitaciones que encendían y apagaban como si de un patrón fuera. La luz de la mañana no llegaba, yo ansioso de pasarme la vida con mis cosas, estaba esperando paciente como nunca.

Otro recuerdo acude a mi cabeza, mi tío dijo una vez: Si dos papeles pueden volar, ¿por qué no tú?

-¿Vuelo? Medito intranquilo.

La lluvia ha cesado fuera, pero los borrachos ya no eran dos si no una jauría, parecían canes dispuestos a comerse a bocados entre puñetazo y puñetazo, el grillo ha pasado a ser ruido de coches entre el piar de pájaros, no se de que clase, pero quiero volar, volar junto a ti tío, quiero gritar y que pare todo.

Sigo sentado en la repisa de mi ventana, algunos lo llaman alféizar, yo lo prefiero llamar «banquito de piedra», el único lugar donde nadie me molesta, donde pienso, medito, busco la felicidad…

Una paloma alborota mi descanso, tengo los pies colgando junto a mis piernas, he pegado una cabezada. Parece que intenta decirme algo, son las siete de la mañana según mi móvil y el primer rayo de luz se avecina.

-«Ruuuu ruuu ruuu» se podía oír de su garganta. Habla una lengua muerta que desconozco, parece un poeta como yo. Parece que quiere que vaya con ella, pareces tú tío, pareces tú… Una lágrima de mi tez cae rauda como si de un valle y un río se tratara.

-«Últimamente todo va bien, menos yo, ¿por qué decidiste irte? ¿te acuerdas aún de mi? en la residencia no te acordaste pero te quiero como si de mi padre se tratara, te echo de menos, te necesito para todo, vives en el recuerdo de mi olvido, en la memoria que arraiga el pasado con cicatrices en mi piel, en mis venas, en mis lágrimas…»

-«Ruuu ruuu» argumentó, «ruuu ruuu» respondió.

Aleteó rápido su vuelo, como mi desequilibrio; rápido alcancé el suelo, un último baile con la dama que me cuida, un último baile que recuerda a García Lorca, poco soy, polvo soy, poco alcanzo, «¿un último tango? Puede que te pise los pies…»

Mano álgida que mueve los hilos, yo títere movido por ti, solos estas preguntas responde, te lo imploro responde…

-«¡Responde! ¡Necesito respuestas!»

-«Ven acerca tu mano» insistió.

Brillo fugaz que camina por mis pupilas, y antes que puedas pronunciarte, caigo, antes de poder jugarte una partida y darte mis trece razones caigo, caigo y pierdo.

-«Jaque mate»… Un silencio atónito anonadó al público que no sabía si era verdad o no…

-«¿Sabes qué? No me arrepiento, jugué mal, aposté todo o nada, no guardo rencor, pero sin ti no vivo y contigo muero, así que deja de bailar.»

Una eternidad pasó y sigue pasando, la música de todos los planetas sigue sonando, el mundo sigue girando y yo con él, mi cabeza como cristal, mis ideas se esfumaron como cuerpo y alma, como liberado de la cárcel salió de si y siguió instantáneamente a aquella paloma, me llevó a un vergel, mi cuerpo medio inerte seguía tumbado en el suelo mientras sanitarios intentaban reanimar mi cuerpo.

El pueblo donde mi padre, mi tío, mis abuelos se criaron, la cascada, la pradera, la vida, la gente, como si fuera un recuerdo mío lo viví, como si fuera de verdad.

-«¿Te acuerdas Sergio?» preguntó.

-«Me acuerdo» respondí sin saber de que me acordaba.

-«¿Necesitabas saber todo esto para entender que sin mi madre, tu abuela, no soy quien conociste?»

-«Lo necesitaba » respondí con sinceridad. Aunque antes de que te vayas, quiero un abrazo, por si me despierto antes de que mi madre me levante, quiero sentir que mi alma está contigo que puede sentirte, eres parte de mi…Pero… »

-«¿Dónde estás?»

-«Aquí» dijo señalándome el corazón y la mente.

De pronto desperté. Fue todo un sueño que tuve en la sala de observación de la UCI.

Tengo dieciocho años y plasmo mis recuerdos en este papel que destruí. Tío, abuela, abuelo, va por vosotros porque esta unión tan desgarradora de mi alma con mi cuerpo, de mi vida con vuestra vida que pueda unirse en un futuro, brindo por vosotros, por esta nueva generación que escribe vuestras memorias. Una pala, una azada, propias de Ávila, tierra de cultivo y yo, parte de la parte que sale de la misma herida y que sigue supurando sangre en este cuento que me han dejado por escribir.

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