Apenas si pude esperar. Caía la noche. Los escalones huían bajo mis zapatos. Algunos rostros se asomaban a las puertas. Todo había acabado.
Sin una intención concreta, como yo, otros salían a las calles. Todavía reinaba el silencio de los días acumulados.
El aire olía a lluvia y me trajo a la mente los paseos tristes hasta el contenedor, las colas solitarias ante los supermercados. De los balcones colgaban jirones de arcoíris y restos de carteles de ánimo, derrotados por el tiempo; abandonados.
A dos pasos de mi casa, me derrumbé. Se me vino encima el miedo pasado y la inconmensurable conciencia de nuestra vulnerabilidad.
Me levanté y, como otros, errática, sin rumbo, me adentré en el futuro, con la certeza de que todo había cambiado
Semillero de historias de cuarentena
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