Su barba y su melena expuestas al viento mientras siente el intenso roce en su cara. El cielo azul lo rodea. No hay arriba ni abajo.

Cinco mil, cuatro mil metros…

Por momentos divisa al sol o algunas nubes en la lejanía. O la diminuta arboleda que se le acerca velozmente. La sensación de libertad es indescriptible. Éxtasis total. Broche de oro para esta aventura.

Tres mil, dos mil metros…

Súbitamente se le paraliza el corazón al recordar la sonrisa del nuevo asistente del instructor. Era aquel tonto novio de María cuando la conquistó,y fue quien le preparó el paracaídas.

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