Mi padre había perdido su trabajo hacía ya un año y no era capaz de conseguir otro pero, cada noche él salía en busca de comida. Os preguntareis de donde la sacaba, pues bien, él recorría todos los contenedores de la zona, sobre todos los que estaban cerca de los supermercados y cogía todo lo que la gente tiraba. Con eso no nos faltaba de comer, pero ahora no podemos. Llevamos un par de días sin comer ya que no se puede salir. Una vecina muy buena nos ha traido comida y nos dijo que había llamado a los centros de ayuda informando de nuestro caso. Mi padre se quedo muy preocupado porque tiene miedo de que me quiten de su lado.
Al día siguiente llaman a la puerta, era el ejercito que nos traigan cantidad de comida, mi padre no se lo podía creer. Hacía tiempo que no teníamos tantas cosas en casa.
– Gracias señores por su ayuda. ( Dijo mi padre entre lágrimas)
– No tiene por que darlas señor, estamos para ayudar (Le contestaron los militares)
Mi padre me preparó una gran comida, la verdad es que me quedé empachado de tanto comer, pero eran cosas tan ricas que no podía parar. Después yo y mi padre nos sentamos en el sofá y no se por que dijo mi padre.
– Parece ser que estaba equivocado con el mundo, aun queda gente buena que intenta ayudar. Parece que al final esta cuarentena va a sacar lo bueno de los corazones de las personas. Solo espero, que una vez que esto acabe no volvamos a ser los egoístas de antaño.
-Papa tengo sueño, me puedo ir para cama. Además no entiendo lo que estás diciendo.
-No te preocupes hijo, vente que te llevó yo a la cama. Ya lo entenderás con unos cuantos años más.
Me llevó para cama, me dio un beso en la frente y me dijo que me quería. No me hacía falta entender nada, yo era feliz en mi casa.
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