La vida nunca es fácil, Alma lo sabía mejor que nadie, siempre había tenido que luchar para conseguir lo que quería, aunque no siempre había sido así; mientras se tomaba un café en su cafetería favorita y revisaba un viejo álbum de fotos, donde veía como aquella niña ingenua y sin preocupaciones que fue le devolvía la sonrisa, esos sí que eran buenos tiempos pensó mientras le daba un pequeño sorbo a su cappuccino de chocolate; recordaba lo bien que se sentía cuando era empujada en el columpio por su padre o las tardes con su madre en aquella misma cafetería donde pasaban horas hablando con los camareros. A su corta edad, pues aún se encontraba en plena adolescencia, Alma había tenido que sacrificar muchas cosas para poder tener la vida que deseaba; y aun así, aprovechar su juventud como una adolescente normal era algo que se le escapaba de entre los dedos.
Con un suspiro resignado Alma volvió a leer el mensaje que una de sus amigas le había mandado hace unos días, donde la invitaba a pasar una semana en su casa de la playa, con pesar y aún con la vista puesta en el mensaje cuando escuchó como la silla que tenía frente a ella era apartada mientras una mujer de unos cincuenta años tomaba asiento.
-Espero que no te moleste que me siente aquí querida, pero no he podido evitarlo.
Con gran interés, Alma fijo su vista en la mujer; era alta y pálida, con un cabello tan negro como la noche y unos ojos tan azules como un zafiro, y la respondió:
-Por supuesto que no señora, lo que me intriga es el que la ha atraído lo suficiente de mí como para no poder evitar sentarse conmigo en la mesa.
Con una sonrisa enigmática la mujer dirigió un segundo la vista al álbum, donde Alma guardaba sus mejores recuerdos, situado sobre la mesa y dijo:
-Como hacerlo cuando ves a una joven preciosa con la mirada triste y perdida como si cargara sobre sus hombros el peso del mundo. La intrigada era yo por saber por qué una chica como tú siendo tan joven y bonita poseía tal mirada.
-No es un peso tan grande el que cargo, pero sin duda es lo suficientemente pesado como para empezar a encorvar mis hombros –respondió Alma cabizbaja.
La mujer estaba maravillada con aquella chica, pues aunque a lo largo de toda su vida había conocido a muchas personas, aquella muchacha le era sin duda fascinante, pues tras esa mirada de pesar notaba como un brillo de esperanza intentaba abrirse paso.
-Tal vez si me contaras algo sobre esa gran carga podría ayudarte, siempre he dado buenos consejos a personas que no sabían que hacer –contestó la mujer con una sonrisa ladeada.
La muchacha no estaba segura de que fuera buena idea contarle sus problemas a una desconocida, pero; y aunque no sabía por qué, aquella mujer le transmitía una paz y una seguridad tal que sentía que le podría contar cualquier cosa y no la juzgaría. Así que empezó a contarle todos sus problemas y miedos, le habló de como su vida se había desmoronado cuando su padre murió y ella había tenido que empezar a trabajar junto a su madre para poder pagar su casa y sus estudios, de cómo había tenido que dejar de lado a muchos de sus amigos porque no tenía tiempo más que para trabajar y estudiar, le habló de su miedo a quedarse sola, miedo a no conocer el amor, miedo a no poder vivir su adolescencia, miedo a no divertirse y aunque no quisiera admitirlo le contó su mayor miedo: miedo a empezar a disfrutar y divertirse y perder todo lo que tanto trabajo le había costado alcanzar. Cuando Alma paró de hablar la mujer lo meditó un tiempo, pues sabía que las palabras que ahora dijese repercutirían de una forma u otra en una decisión importante para la joven, y después de unos minutos dijo algo que Alma recordaría toda su vida:
-Todos alguna vez en la vida hemos dudado sobre lo que deberíamos o no hacer, sobre lo bueno y malo que hemos hecho, y está claro que tú te has esforzado mucho para conseguir todo lo que tienes; pero sin duda disfrutar de la vida es algo que siempre deberíamos hacer, hay que aprovechar la juventud, aprovechar cada momento que se te presente porque la vida es efímera y lo que te llevaras de ella serán todas las aventuras que hayas vivido, las locuras que hayas cometido, la felicidad y el dolor de un amor que fue el verdadero y de algún otro que no lo fue y esas amistades que nunca te abandonaron y que siempre estuvieron en todas esas aventuras junto a ti. Por eso intenta que cuando te encuentres cara a cara con la muerte y te deje ver todos los recuerdos de lo que fue tu vida lo que digas sea: «dejo la vida sabiendo que fui realmente feliz con todas las decisiones que tomé y todos los errores que cometí».
Cuando la señora acabó de hablar, dejando a una muy anonadada Alma, se levantó con cuidado de su silla, inclinó levemente la cabeza despidiéndose y salió de la cafetería. Después de unos segundos la joven se recuperó de la sorpresa y rápidamente cogió el teléfono y mandó un mensaje a su amiga aceptando ir de vacaciones con ella, con una sonrisa radiante en la cara recogió sus cosas y salió corriendo de la cafetería pensando en que a partir de ese momento viviría hasta el último momento de su vida con intensidad y que jamás se arrepentiría de ninguna de sus decisiones.
A lo lejos la mujer vio como los ojos de Alma habían cambiado por completo, ese brillo que antes luchaba por salir ahora iluminaba sus ojos completamente, la chica que antes tenía esa mirada perdida portaba ahora una mirada de decisión con la que podría comerse el mundo, y con una última sonrisa la misteriosa mujer susurró:
-Querida Alma, espero que la próxima vez que nos veamos hayan pasado muchos años y hayas vivido la vida que te mereces.
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