¿En qué casilla estás?

¿En qué casilla estás?

Aborrezco la masa de la que formo parte, me canso de mí misma en tanto que me diluyo en la propaganda y el entretenimiento al que nos aferramos por miedo a enloquecer. Me siento encasillada en el papel de persona confinada. Estoy más agobiada de la inclinación que etiqueta el ser que de estar en mi casa.

Y a ciertas horas no sé qué soy. No me encuentro bien en ninguna modalidad. No soy psicóloga, amiga, hija, hermana, escritora. A veces, ni siquiera soy humana, sino un espécimen asocial, pequeñito, que se pone música y da la espalda al mundo que pide su mano y atención. Soy una montaña de soledad. Entre otras muchas cosas, roles, vínculos y momentos.

A veces resignifico nuestra historia y te recuerdo como un complemento circunstancial de tiempo y lugar, que se rebeló a la sintaxis del modo y se mudó mudo. Otras veces me pongo una melodía en la barriga, desafilo el drama y te envío un mensajito. Tus preguntas son boreales, y mi anhelo tuerto me devuelve la dopamina en stock.

Y en esas veces soy también playa triste, un paseo solitario mío ante el rechazo y la indiferencia tuya. Pero es que entonces soy la humana que se da la vuelta y se reconoce, aunque corra hacia una ilusión que se sabe ilusa, esquivando manos y la atención que, por mucha voluntad, no consiguen encasillarme donde quiero ser apresada: amada. No soy amada. Entre otras muchas cosas, roles, vínculos y momentos que no me pertenecen.

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