“Aún recuerdo cómo me lavabas el pelo en el porche al final de la tarde, te acuerdas mamá”. Y ella asentía, sus ojos sonreían, la boca sin embargo era imposible saberlo con la mascarilla de oxigeno. “No te preocupes no me encuentro mal y aquí todos me cuidan muy bien” dijo en un tono de voz tan débil que Andrés tuvo que agacharse para escucharla.

Vibró el móvil en el bolsillo interior de su chaqueta y se separó unos pasos para hablar “no, no puedo quedarme tengo a mi familia encerrada en casa” y siguió procurando bajar la voz tapándose la boca “si, eso, una sola máquina para toda la residencia y hay dos infectados uno de ellos mamá” se volvía de vez en cuando mirando a su madre sentada en una butaca “está bien, no te preocupes, yo me encargo” colgó y salió al pasillo en busca del médico.

“Perdone doctor, le dijo sujetándole el brazo, ya he hablado con mi madre y acepta gustosa que empleen la maquina con el otro enfermo” el médico callado lo vio darle la espalda y andar “se va usted, a su madre le queda poco tiempo” le preguntó y él lo miró empujando la puerta de salida “tengo prisa”.

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