Su barba y su melena expuestas al viento bajo la palmera quedan lejos del día del naufragio. Desde aquel momento procuró conseguir alimento y agua. Algo nada fácil para un urbanita al que le hacían todo. Lo primero fue marcar en un árbol el paso del tiempo y recoger el agua de lluvia. El fuego le costó más conseguirlo, pero cuando lo logró, cada noche encendía una hoguera junto al SOS hecho con piedras. Ahora le despiertan de la siesta unos pájaros que parecen igual de felices que él. Hace tiempo que no marca el árbol, tampoco enciende la hoguera.

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