Si justo ahora que tengo algún motivo para salir de mi celda y penumbras, vino la peste riéndose por la calle y nos puso a todos entre rejas. Así que nomás te escribo «amor» y tú suspiras al teléfono. Ha sido inoportuno el mundo cuando gruñó que sus motivos valen más que mis urgencias recién inauguradas.
Si yo había sido experto en estas lides de estar y no querer salir a andar rincones que se me hacían ajenos, ¿cómo es que hoy de pronto me crece un brote nuevo?
No te apures, mi vida. La tarde que envejece es una más, y todas las que faltan nos dejarán desnudos dentro de la ternura que tanto nos ocupa. No ha de durar la pena tanto ni más que nuestra primavera.
Pero mientras se despereza el rudo hábito de esta cuarentena ocupo yo las horas en regar el amor que nos creció por dentro.
Y al final, uno quiere, dará flores..
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