Sinceramente no sé por qué te estoy dedicando unas palabras cuando ni tan siquiera las mereces.

Te has erigido con fuerza y tu corona al parecer sí representa tu fortaleza. Abofeteas vidas que aún no han acabado de rematar su historia. Te adelantas a poner punto y final a tu antojo como si fueses el autor de esta obra.

Nos mantienes alejados, todos presos de una ansiada libertad, cada cual en su trinchera personal.

Demasiado egocentrismo el que posees, solo tú deseas ser el protagonista y el resto, tus títeres. Ninguno hemos pagado para ver este teatro, así que devuélvenos la entrada. Déjate de películas y devuélvenos a la realidad.

Déjame soñar y permíteme cambiar la trayectoria de esta pesadilla. Yo elijo el rumbo.

Pronto dejaremos de escuchar tambores de guerra, la tregua está en el horizonte.

Y de repente, nos vemos brindando.

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