– «¡Livingstone, supongo!».
– «No: Donald Trump».
Compongo mi chiste visual en la cocina aspirando esperanzado, con el ritual secreto, el aroma del café de Colombia hecho en infusión, con manga.
Escucho la última gracia del simpático mandatario estadounidense, dueño de la madre de todas las bombas, amenazando con servirnos braseados unos cientos de miles de cuerpos extraños a nuestra cultura occidental superior…
Pienso en el Rodicio Brasileiro, en los efluvios del tamal, aderezado con jalapeños y acompañado de chocolate líquido caliente. Para mis interiores, puro Napalm…
Pero no. Para la noche me inclino por un ajiaco completo: papas sabaneras, pastusas y tocarreñas, a fuego lento, con crema de leche, guascas, pollo y alcaparras.
Barrunto para mañana la confección del ají con guacamole para disfrutar de unas empanadillas fritas, preámbulo de un asado de res servido en piedra o de una bandeja «paisa», con filete «a caballo»…
(Vuelven los pinchazos)
De postre merengón de guanábana. Quizá un mangostino.
Para beber, jugos de lulo y de maracuyá.
El colofón lo pone un genuíno «Ron Viejo de Caldas».
Suena en Radio Caracol un «vallenato» (antiguo ya) de Carlos Vives. Juan Luis guerra sigue peleando, en las ondas, con su pez y su pecera… Pero no tengo con quien bailar y sigo un ritmo que, acelerado, terminará siendo, más bien, un «mapalé».
Imagino un viaje relámpago a Leticia, lindando con Marco Tabatinga y Benjamín Constant: «uno y trino», un punto perdido en la selva y tres países allí hermanados. Los zopilotes no saben de fronteras y deambulan perezosos soñando con el animal que deshuesarán próximamente.
Volvería a saludar a Kapax, el Tarzán del Amazonas, quien me llevaría con los Huitotos y Ticunas.
Comeríamos, jamón de iguana, paté de lombriz, sopa de anaconda… manjares exquisitos y más exóticos si cabe que la hormiga culona de los Santanderes o la sopa de tortuga y el noctámbulo cangrejo de Providencia, sabroso como pocos.
Probablemente el chamán nos ofreciera hoja de coca, para mascar con ceniza de hoguera y así ver el «totem» ancestral protector (del que ahora preciso para negociar el futuro más inmediato). Yo estaría dispuesto a ver lo que fuese mientras no me dieran «yajé» y me escupieran a la cara como hiciera el brujo de La Cocha, en Pasto…
La jornada se completaría con un concurso de pesca de piraña.
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La noche ha sido dura.
El cáncer avanza inexorable.
El dolor apenas puedo soportarlo con los placebos que sé me están administrando.
Echo de menos los remedios de allá: «aguapanela» para el «soroche». Las labores del «trapiche» también sirven para cicatrizar. El cilantro siempre me sentó bien.
(¡Uy!)
La realidad se impone y voy a hervir un pescadito, al que le añadiré un chorrillo de aceite de oliva virgen extra «Castillo de Tabernas» de 0’1° de acidez. Esto no sana, pero alimenta.
Mientras, seguiré recordando todo aquello que engullí, con amor, antaño.
El sueño, dicen, es curativo si en él oyes los cantos profundos de un delfín rosado…
Así sea.
Buenas noches.
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