Esa mañana se levantó como otra cualquiera, desayuno, se sentó en ese sillón que tanto le gustaba a su nieta y se puso a leer el periódico. Él era un prestigioso médico jubilado, ayudó incluso en lugares remotos del mundo, hundidos por la miseria.

Él vivía en un pueblo pequeño, llevaba viudo unos 20 años, fue el cáncer el que hizo que su vida diera un giro de 360º. Todavía se acuerda de lo que era estar acompañado; de la sensación que sentía y de lo feliz y completo que era en aquellos días.

Cuando empezaban a inundarle los recuerdos se daba un paseo por el pueblo, pero recuerda que no puede, entonces se llega a ver a su vecino para charlar con él, este le dice que se encuentra mal, que lleva con fiebre desde ayer por la mañana. Él le lleva comida y lo cuida, por que es así, le encanta ayudar.

Al caer el cielo anaranjado regresaba a casa, después de cuidar de su vecino, pero ese día tampoco se encontraba muy bien, cree que es por el cansancio, se duerme y piensa que mañana será otro día.

Pasan los días y él sigue igual, encima su hija está lejos no quiere molestar; se le ocurre llamar a urgencias, pero las líneas están colapsadas; intenta pedir ayuda por la calle, pero no hay nadie. Toda la vida ayudando para que ahora no lo ayuden a él.

Al cabo de cuatro días Benito, siente que todos los problemas se van, se empieza a sentir bien, por fin es feliz de nuevo, no le importa nada, se siente libre. Es entonces cuando su vecino lo encuentra muerto en el sillón que tanto le gustaba a su nieta, Benito ha pasado sus últimos días solo y aislado, sin el cariño y el afecto de nadie, sin poder despedirse de sus seres queridos o de sus amigos, llevaba una vida plena y acabó como la de muchas personas actualmente, por un enemigo invisible. Benito es un ejemplo de todas las personas mayores en está situación, ayudarles está en nuestra mano.

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