Ignacio, era su nombre.

Ignacio, era su nombre.

Su barba y su melena expuestas al viento le daban un aire de libertad inusual.

Él conocía cada centímetro del lugar. Entusiasmado me señalaba los castaños en flor y las variadas amapolas.

Su finca estaba junto a la mía.

— ¡Qué casualidad! ─dije

Me miró dulcemente.

—Bella dama; desde antes que nacieras, ya te había elegido…

Despierta mi amor; llegamos a tu tierra.

—¡¡¡Ouuaaa!!!Debe ser el embarazo. ¡Soñaba cuando nos conocimos!¿Recuerdas?

—¿Preparado para recibir el premio a tu novela?

Él la miró profundamente a los ojos; con el sol en la mirada dijo:

—Mi mayor premio fue el haberte encontrado.

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