La de la foto es mi abuela Isidora. Nació en 1900 en un pueblo que se llama Ateca, al lado de Calatayud, Zaragoza. A los 20 años vino a Madrid, igual que antes había venido su hermana mayor, y se colocó de criada en una casa bien, como ella decía. Aquellos señores la enviaron a hacer un curso para que aprendiera a guisar en plan elegante, y así se hizo cocinera. Debían quererla en aquella casa; a mi abuela la han querido en todos los sitios en los que ha trabajado.
Aquí tiene 22 años, aunque parece mayor. Se ve que entonces hacían así las fotos. En el reverso se ve la fecha:
hoy 23-12-22. Qué gracioso: hoy. Dice, Queridos padres felices pascuas y año nuevo les desea su hija Isidora. Y a la derecha: Padre le mando la fotografía aunque estoy muy mal para que bea lo gorda que me e puesto.
Este es el tiempo más feliz de la vida de mi abuela. Ha salido de su pueblo. Está trabajando en Madrid no limpiando, sino de cocinera y la quieren en la casa. Se ha echado novio, un chico que está loco por ella, creo que era chófer, se llama Andrés Gálvez.
La sonrisa de mi abuela no está bien en la foto porque intenta más mostrar satisfacción y no sabe cómo hacerlo, creo yo. Las manos las ha puesto como le ha dicho el fotógrafo. En este momento mi abuela tiene el corazón abierto y expectante, zambullido en el amable movimiento de la vida. Esto iba a durar apenas un año más.
En octubre de 1923 la hermana de mi abuela fallece, dejando un niño recién nacido y otro de 2 años.
En Ateca se reunieron los padres de las dos hermanas junto con el viudo, que era cartero, el cura y los amos, que así llamaban a los señores importantes del pueblo. Decidieron por unanimidad que mi abuela Isidora debía casarse con el viudo de su hermana y convertirse en la nueva madre de sus dos sobrinitos. Y así, entre todos, solucionaron el problema. A mi abuela no le consintieron ya que volviera a encontrarse con su novio. Una amiga le contó que el muchacho lloraba como un chiquillo y pedía verla por última vez.
Estas cosas me las contó mi abuela cincuenta años después, siendo yo adolescente. Sonreía con regusto al recordar a su novio. Escuchándola me daban ganas de ponerme a buscar a aquel Andrés Gálvez. Ella reía y decía: “Pues si él ya tendrá su familia y estará viejo como yo”.
Ese matrimonio fue lo primero. La vida de mi abuela es la historia de una cadena de abusos perpetrados por sus seres más cercanos y queridos. Creo sinceramente que ella no fue consciente, debía pensar que era cuestión de suerte, la que le había tocado. Su carácter era seco, no era una persona cariñosa, sin embargo, agradecía mucho las muestras de cariño de los demás. Se quedó viuda con 50 años. Siempre trabajando. Y ya no voy a contar más de su vida, pues me cabreo al recordarlo.
A dónde yo iba a parar es a que yo quería mucho a mi abuela, a pesar de que eso molestaba a mi madre que era muy celosa. Mi madre tampoco se portó bien con ella. Es esta idiota, haciéndose la dulce simpática para la foto.
Iba a que creo que, de todos sus hijos y nietos, soy yo quien más ha querido a mi abuela Isidora. Eso me enorgullece porque significa que yo supe sentirla. Pero, desde que murió hace casi 30 años, me ha venido haciendo sufrir la idea de que, mientras la tuve, no me daba cuenta y a veces me enfadaba con ella y otras no era tan cariñosa como hubiese debido.
Pero hoy, rebuscando entre las viejas fotos, he encontrado esta otra.
Es la comunión de mi primo Javi. Supongo que a alguien se le ocurrió hacer la típica foto de la abuela con todos los nietos. Los hijos de sus hijos y los de los hijos de su hermana, que para ella siempre fueron hijos igualmente. La foto es del 67. Yo soy la que tiene cogido el brazo de mi abuela.
Sí, se nota que yo la quería. Y, deseo creer que, aunque entonces yo fuera una adolescente estúpida, contestona y sobrada, mi abuela, a pesar de eso, también lo notaría y lo sabría.
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