Él ya estaría tomándose un daiquiri en el Malecón, con su periódico en la mano, sin mucho más que hacer.
Sin embargo ahí estaba, el niño sordomudo intentando saltar por el trampolín. Se tira y no sale. No le importa, le cae mal. Todos le caen mal. Mira de reojo a la piscina y observa el desorden. Al otro lado alguien extiende los brazos y los agita. Mientras, una fuerza sobrehumana le quita el periódico de las manos y una señora golpea su cabeza con un flotador.
“Oiga socorrista, que se está ahogando un cliente”.
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