Julio 25 año 1939

Hace tres días que llueve. Como si el agua tratara de limpiar la escoria atesorada por años en esta ciudad.

Las personas, insensibles al sufrimiento ajeno, viven confrontados  por dinero o poder político.

Después del suicidio del diputado socialista, unos pocos dominan al pueblo con engaños y amenazas.

Julio 26

Sigue lloviendo. Igual fui a la reunión de la plaza. Me quedé en la esquina; las mujeres no tenemos cabida en los mítines políticos.

Había fracciones sociales muy diferentes: algunos con ponchos raídos, caras curtidas; pero su estampa denotaba la nobleza del trabajador honesto.

Otros: sombrero de pana, trajes prolijos, echarpe de vicuña, insinuando los facones de plata bajo el chaleco.

Los ánimos estaban caldeados; en medio de la discusión un paisano grito ¡Viva! Y mencionó al caudillo de su preferencia. Los contrarios respondieron sepultando sus puñales en el cuerpo del valiente muchacho, que lamentablemente murió.

Se armó tal revuelo que ni la policía podía controlar la situación.

Yo vi quien lo mató… ellos también me vieron y me hicieron una seña amenazante.

Julio 27

No pude dormir; aún escucho los gritos desgarradores de la madre del muchacho muerto. Y la evidente amenaza de los asesinos. No puedo creer que maten a una persona por pensar diferente.

— ¡Es cosa de hombres! ─decían algunos. —Las ideas se defienden con la palabra y el facón.

No puedo comprender ese pensamiento. Me asustan los que se creen dueños de la verdad.

Julio 28

Hablé con el delegado del sindicato de la fábrica. Me recomendó desapareciera por un tiempo. “Con esta gente, nunca se sabe”, dijo.

Es horrible tener que irme, pero, cómo permanecer en un lugar lleno de matones, que fomentan la injusticia, la ignorancia; ventajeros abusivos que conducen al país a la pobreza económica y espiritual.

Mis padres también están asustados.

Julio 29

Nadie habla de la muerte del muchacho ni en la radio ni en el periódico; tampoco de la pelea entre partidos políticos. Esa indiferencia tan característica de algunos pueblos a la muerte de una sola persona. Como si la cantidad de muertos determinara la importancia de la vida.

Aún con miedo, y sin la aprobación de mis padres, fui a trabajar.

Entré disimuladamente; había dos matones preguntando por mí. Los compañeros me rodearon y el delegado dijo que yo no había llegado y que no podía dar datos confidenciales, como mi dirección.

Julio 30

No quiero que involucren a mis padres, voy a tener que irme de la ciudad y pronto… pero ¿dónde? Donde hay un lugar que no estén estos ignorantes que  matan a las personas que piensan diferente. Un lugar donde pueda expresar mis  ideas sin que me censuren y me acusen de vende patria… Me duele mi país, me duele también tener que irme de mi país; pero no puedo formar parte de una sociedad egoísta, que no valora la vida.

Julio 31

Lo pensé toda la noche, voy a hablar con la policía. La muerte de Joaquín no puede quedar impune. Ese era su nombre. Tenía veintitrés años y militaba en el partido socialista. De familia humilde y trabajadora. Cuando fui a dar el pésame a la madre me dijo que ella siempre había tratado de convencerlo para que se vaya del país, que no valía la pena arriesgar su integridad por un ideal. Pero él decía que era la manera de honrar a su padre, muerto en una contienda partidista.“La integridad y el honor se llevan en la sangre,”contaba la mamá que él siempre decía.

Agosto  01

La conversación con la madre de Joaquín era lo que faltaba para que me decidiera a hacer la denuncia.

El presidente actual no parece buena persona, nada que ver con el anterior, dicen que tiene matones en la policía y el ejército. No entiendo de política pero sí de justicia social, y la radio y el periódico dicen y publican ¡mentiras! Aunque siempre se rumorea sobre los negociados y tramoyas de los políticos, que tras una pantalla de equidad están vendiendo mi tierra en pedazos.

Sí, mejor voy a la comisaría, esto no puede quedar impune. Conocer la verdad y callar , me haría cómplice y parte de la mentira.

 No le diré a mis padres; ellos son temerosos, para que preocuparlos. Es un trámite, nada más. Hago la denuncia y vuelvo justo para almorzar. 


El primero de agosto de 1939 soldados del ejército allanaron la casa de Analía Torres Méndez buscando material informativo, político o subversivo. Nada encontraron, sólo este diario que confiscaron como evidencia.

No se supo nada más de ella o su paradero. Algunos dicen que luego de hacer la denuncia, unos amigos de Joaquín la escoltaron a Uruguay, por el cruce de Entre Ríos; otros, que jamás salió de la comisaría.

Toda búsqueda por sus familiares y compañeros se vio interrumpida, cuando el primero de septiembre de 1939, se informó la invasión de Alemania a Polonia, hecho que desencadenó la segunda guerra mundial…


NB. Los nombres y situaciones son ficticios. cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia.

la autora

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