El veintidós ya es historia. No puedo decir que lo haya disfrutado. Me encamino cargado con mi mochila hacia el distrito veintitrés, que según las referencias tiene mucho más que ver y fotografiar, lástima que sea tan efímero. Tengo que reconocer que con el turismo low-cost destrozábamos los sitios con cierta dignidad, a veces casi sin darnos cuenta, pero desde la llegada del zero-cost, lo de que sea obligatorio ya no tiene tanta gracia. Además, los explosivos no dejan sitio en la mochila para el trípode, y las fotos ya no quedan tan bien en las redes sociales.
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