El 22 ya es historia. Sí, el viejo tranvía de la línea 22 de Oporto donde nos conocimos ha dejado de existir. Como lo ha hecho la hermosa librería Lello en la que reíamos inventando hechizos mágicos, el Puente de Luis I sobre el Duero donde con la ciudad de testigo nos dimos el primer beso o la estación de San Bento en la que envueltos en brillantes azulejos prometimos volver. Todo eso ha desaparecido para siempre. Un simple click ha bastado para eliminar todos esos recuerdos de mi ordenador. Ojalá fuera igual de sencillo borrarlos de mi cabeza.

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