Él ya estaría tomándose un daiquiri en el Malecón, cabizbajo, malhumorado porque no había querido acompañarlo.

Ella se resistía a hacer ese viaje, le pesaban los momentos ganados tanto como los que restaban por luchar. De repente le vino a la memoria una canción que su abuela cantaba “ Cuando salí de Cuba, dejé mi vida, dejé mi amor, …”

No pensó en él cuando volviera del Malecón, en el instante en que fuera consciente de la falsedad de su disculpa.
Colocó la soga alrededor del cuello y su peso se hizo más liviano.

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