El veintidós ya es historia.
Recuerdo saludar a su chófer cada tarde. «El Pulga» le decíamos, por cómo te hacía saltar. Un hombre misterioso; nunca nadie lo vio fuera del colectivo. Algunos borrachos aseguraban que su cuerpo era parte de la misma maquina, otros afirmaban que no sabía caminar. Los demás, elegimos acostumbrarnos y no preguntar.
La última vez que lo ví, el veintidós chocó brutalmente contra un auto. Unos pocos corrimos a socorrer a los pasajeros, pero no encontramos a nadie. Ni siquiera El Pulga estaba. Aunque salimos a buscarlo, fue inútil.
Esa noche, el colectivo también desapareció.
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