No me conformé, nunca dejé de luchar, de intentar. Pero, sabes, aquí no mando yo, manda ella.

Le di lo mejor de mí, lo más valioso le dediqué, escribí para ella, y ella me leyó.

Pero, sabes, aquí ella manda.

Porque cuando amas y lo das todo solo queda esperar la mano extendida de quien quiere tomar tus sueños y hacerlos suyos, solo queda esperar el beso, la sonrisa, la confirmación que en su corazón eres tú quien estaba esperando.

Yo mando en mi corazón, y a él, le exigí al máximo, pero al extender mi mano sabía que ella mandaba en su corazón.

No lo hizo, me tomó del hombro y sonrió, yo guardé los poemas, y le desee lo mejor.

Porque yo aquí, no mando, manda ella.


URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS