En el lugar más violento del mundo

En el lugar más violento del mundo

Davemoniac

04/03/2020

También nosotros migramos. No por esperanzas, por hambre, por conflictos, por la pobreza, por venganzas de la naturaleza, por razones políticas, por aventuras, por una mejor educación, por trascender o por amor. Nada de eso.

Nos mueve el mundo del terror, de la incertidumbre y de la inseguridad en la región más violenta del mundo. Navegamos errantes en un mar de corrupción que despedaza sin escrúpulo alguno nuestra condición humana, a nuestras autoridades, a nuestra colectividad y por supuesto a nuestro hábitat, dejando cualquier lugar en un hálito de muerte, de sangre y de impunidad.

Migramos en esta economía salvaje que desplaza todo tipo de almas y deja un esqueleto fantasma en los territorios que nuestros ancestros poblaran tan dignamente. Nos mueve esta economía violenta, capaz de arrebatar y desintegrar los principios y valores trascendentales del individuo y de la sociedad misma.

Aquí hace contorno maligno el vicio y se mece un sistema diabólico con una mano de obra barata que hace pilares de oro en el monstruo hegemónico de las cien mil cabezas y elonga sus tentáculos globalizadores. Luego se amasan remesas que se supone sostendrían el vórtice del origen migratorio. Pero el dinero mágico no ayuda, ni garantiza vida, progreso, alimento, salud, educación, cultura, seguridad, paz, etc.; y los monstruos políticos, militares, empresariales y hoy narcotraficantes están prestos a vampirizar cualquier envío del mismo. Estas aberraciones apocalípticas deberían colapsar el circulo vicioso porque son contrarios sus intereses, pero de manera extraordinaria subsisten y hacen la más perversa simbiosis para vivir en un sistema por demás podrido y maldito.

Y eso no es nada aún. Aquí se forjan estrategias políticas y diplomáticas «humanitarias» con trasfondo de muerte para migrar, inmigrar y emigrar; y hacer un infierno paradisíaco con polos bien definidos: El que se mueve es succionado en todo sentido y el que los ve moverse es una lapa sanguinaria e insaciable.

Acá nos desplazamos en la zona más violenta del planeta y el camino del migrante ya ha sido motivo de seguridad nacional. Con ello se legitima a las instituciones que apostan policías, militares, paramilitares y mercenarios que suben a la Bestia, se agazapan en la nocturnidad de las carreteras para perseguir a sus presas humanas y en consecuencia encarecen el viaje clandestino y de horror de los indocumentados. Se generan Programas presuntuosos de Derechos Humanos convertidos en acciones despiadadas de extorsión y deportación.

Esta economía de muerte ahora se mezcla en el peor crisol de la ignominia con la violencia criminal. Lo que se amalgama es la materia devastadora del ombligo de la Luna: El narcoterror o el crimen organizado que se indumenta y maquilla como “cárteles de la droga” y que trafica con todo lo imaginable y lo que no: droga, mercancías de cualquier tipo, sexo, personas, órganos, fauna, agua, combustibles, madera, aire, ideas, sueños, naturaleza, etc. Todo es traficable y ha colmado de dinero sangriento a los cobardes criminales y a sus leales colaboradores: las autoridades, los gobiernos, los países mismos.

Hoy en día la evolución del averno migrante tiene como grito de moda al motor más cruento, más pérfido, más cobarde y más impune de todos los tiempos: La primitiva violencia criminal, a quien no le importa amenazar o arrebatar la vida, la piel, los órganos, los ojos, los poros, las células, los sueños o ilusiones de personas, hombres, mujeres, niñas, niños, bebés, neo-natos, jóvenes, ancianos, familias enteras, mascotas, etc.

Aquí, en el lugar más violento de la Tierra ser migrante y/o indocumentado es el peor albur al que te puedes enfrentar. Un atrevimiento que para muchos significa la única apuesta por llevar a cabo. La única solución de lo insolucionable y la última osadía por conocer.

Aquí en mi México lindo y querido la violencia extrema, los movimientos migratorios y el sistema económico de la muerte son las últimas facetas del monstruo apocalíptico que explota, exprime, mata y devora a todo aquello que se le ponga en frente.

Los migrantes y su miedo, su aprensión, y sus compungidas expectativas no son más que alimento, maná y combustible del tártaro en mi Patria.

Así me lo contaba un hermano de bronce y sol:

“No pensé que a la muerte se acostumbrara uno. No pensé que a la sangre se acostumbrara uno. Desgraciadamente y sin opciones, nos acostumbramos a todo. Hace no mucho tiempo escuchábamos de los “malos”, pero ellos jamás se metían con la gente del pueblo. Sabíamos de las “cosas malas” que hacían con sus drogas y sus armas, pero era inimaginable pensar que se interesarían en la gente humilde como nosotros. Hoy todo es tan natural, tan tremendo y tan natural, tan diabólico y natural… Ellos llegan a cualquier lugar ya sea un bar, una cantina, un mercado, la escuela, el kiosco y lo cierran sin dejar salir a nadie; si les gusta alguna mujer, alguna muchacha o una niña… pues la toman, la violan, la matan, aunque estén ahí los padres, hermanos, esposos. Cosas terribles. Vejaciones que no se pueden narrar.

Aquí no existe forma de defendernos, la “gente mala” son el diablo mismo con todo el poder del mundo y corrompen a las autoridades, policías, a las gentes “buenas”. Hoy se cuida al delincuente, se le protege y nadie nos cuida a nosotros, nadie cuida a la gente. No hay futuro, no hay espacio libre, no hay luz, no hay nada. No hay nadie.

¿Qué hacía, manito? Tenía que migrar, tenía que salir, tenía que huir… pero acá también nos acompaña el demonio.”

.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS