Llueve

Para algunos siempre llueve y la vida es nublada, como si fuera obligatorio estar mojado, totalmente empapado de esos sueños de una vida mejor que uno tiene y no lo dejan dormir.

Con veinte y pico me fui a cruzar la mítica frontera, pues prometí a mi niña y madre sacarlas de la pobreza. Al ocaso, abandoné mi tierra, los amigos y mi amor, pues donde vivo solo hay violencia, muerte y mucha hambre. Cogí agua, poca comida y una rosa, no sé si me destino es la cárcel, riqueza o una tumba sin nombre. ¿Es normal acaso, que en esta tierra de desiertos siempre llueva?.

Tal vez sea dios llorando en las alturas. Por la tierra yerma debido a la codicia y sangre vertida por los honorables hombres, que se creen reyes y son bufones. Lagrimas para que puedan beber los que van a morir con sed de justicia, lejos de sus patrias y hogares ahora profanados, robados y traicionados.

Son lágrimas que por mis ojos se deslizan, deseos y promesas de una mejor vida y una herida que el tiempo no cicatriza, me herirá por siempre en la forma de despedida. Hay un recuerdo, una sonrisa de mi niña que me observa alejarme, que me hace desear ser un hombre con mejor suerte.

No faltan los que se aprovechan del dolor, y quieren cambiar mi alma por esperanza. Quieren traficar mis sueños y mi honor, que ponga lo que creo en una balanza. En un extremo mi corazón y en el otro esa hambre que siento que me rebalsa.

Los mando al diablo y ya no insisten, pero son gente que no olvida. Me dicen tira los dados y ten suerte. La tempestad no calma, ni se contiene.

Los trabajos son pocos y muy mal pagados, y lo peor es que te miran como si fueras un perro o fueras basura, aquellos con mejor casa y mejor carro. Como si después de tanta lluvia, el polvo no se volviera barro.

Los caminos son largos, las oportunidades pocas. Los ángeles me rondan, como buitres, como cuervos, como moscas.

Los parajes desiertos son silenciosos, entre colinas, ciudades y entre callejones, tienen fantasmas que en silencio se lamentan. Almas en pena que cayeron persiguieron el sueño, mientras los dioses de esta tierra esperan que sus cadáveres no afecte el turismo.

Silencio hecho de plegarias no pronunciadas y canciones de cuna apenas susurradas.
La vida no es fácil, lo que dicen no es cierto. Sólo hay que ver esas miles de cruces sin nombre que hay en el desierto.

La lluvia no aminora, el peligro se acrecienta. La oportunidad, se esconde, se escapa y se emperra.

Los caminos son muy pocos, siempre vigilados por el odio, ignorancia y esa falta de empatía que erróneamente hace creer que si otra fuera la suerte, mis zapatos ellos nunca llevarían. ¿Cuánta sangre los míos han dejado en esta tierra?.

El agua y la comida, en un momento se acaban. Aprieto mi rosa y sigo adelante. Trabajo muy duro entre lluvia y desiertos, pienso en los que se quedaron, sombras de amigos, en cruces y en muertos.

Días y noches de miedo y de frio. Camino muy sólo entre perdidos sueños, por poco me ahogo al cruzar ríos, mares, océanos, desiertos.

Me ven saliendo del desierto, no lo pueden permitir. Sus corazones como piedras, y sus almas en silencio nadie ve morir.

Los sueños son raros, placas y sin rostros hacen redadas y hablan de leyes, piden permisos y piden papeles. Se llevan tus sueños y los hacen trizas, quieren mandarte de vuelta a la muerte, y al pelear te dejan sin nada más que alcohol y despojos.

La lluvia a veces quiere ahogarte mientras que otras veces te deja sediento, es difícil enfermarte sin seguro médico.

Los días parecen todos iguales, la lluvia viene y va, trabajo y trabajo de sol a sol. Quisiera recordar lo que he olvidado, ese desierto por donde vine aquí, y sobre todo esa sonrisa pequeña y una promesa que no cumplí.

Desoladas tardes, tristes noches. Los demonios me persiguen, son legión. Me dicen mojado, me miran abajo y si me levanto los matarifes me darán chicharrón, pienso en mi hija y madre bajo sus botas, alzo la cara y rezo a mi dios.

Veo sus dientes y garras, me escupen veneno, dicen mendigo, maldito y ladrón.
Bajo la lluvia hay un sol que no arde, y en algún lugar es siempre tarde.

Apuntan, disparan, la bala pasa furiosa, yo miro mi rosa y a los que quiero les digo adiós.

Por pobre y por mentiroso mi alma va del purgatorio al infierno. Cárcel, fuego y tormento le espera a los sin papeles, con tonos distintos de piel, los pobres que no hablan su idioma, ni tienen dinero o comparten su fe.

La celda se cierra y sólo el diablo sonríe, pues nuestras almas le pertenecen a él.
La lluvia no cesa, como un mítico diluvio, acompaña a los fantasmas su tristeza y su luto.

Sin raíces, ni pasado, ni nombres, son los pies de página que nadie lee en la historia de las historias. Su dolor forma la sombra de todos los caminos y el polvo de sus huesos y sus lágrimas son los cimientos con los que construirán el futuro.

Truena y relampaguea.

Para algunos siempre llueve y no pueden recordar sus sueños. Con dieciocho mi hija piensa cruzar la mítica frontera, pues prometió a su difunta abuela abandonar la prostitución y buscar una vida mejor, una tierra con futuro donde pueda enterrar al fin su pasado. Abandonó su tierra, sus amigos y su amor, pues donde ella vive solo hay violencia, muerte y mucha hambre. Por tradición cogió algo de agua, poca comida y una rosa, y antes de irse reza una plegaria por dios y por ella, tal vez con suerte encuentre en esos caminos a su padre. Se pregunta si es normal, que en esta tierra de desiertos siempre llueva, normal que sea mojada.

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