― ¡A esta gatita aún le quedan muchas vidas por vivir!, ¡venga corazón!, ¡despierta!, ¡gatita!, ¡cariño!
No importan las palabras. Es el tono el que nos conecta. Viene deshecha. Sólo quiero acariciarle el alma.
Su cabeza se apoya en mi pecho aquí sentadas en la arena. Ha llegado exhausta, herida, derrotada… Abre los ojos y una chispa de vida nace en su mirada.
― ¡Cariño! ¡No te asustes! ¡Ya ha pasado todo!
A pocos metros, cerca de la orilla, descansa el cayuco. Maldito viaje de muerte con gasolina de esperanza.
Está amaneciendo, pronto llegará el siguiente.
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