A esta gatita aún le quedan muchas vidas por vivir, me dijo antes de abandonar mi cama y no volverla a ver. Creo que después me quede dormido.
La vida por entonces no era fácil, pero sabríamos hermanarnos por un buen motivo.
Nos sentíamos tan solos en el universo que nos inventábamos cualquier Dios al que pedirle un salvoconducto.
Solo mi hijo sabría la forma de salvarnos de la mayor amenaza a la que jamás nos habíamos enfrentado.
Cuando caí de la cama todo seguía siendo la misma mierda, pero sonreía como un bobo.
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