«A esta gatita aún le quedan muchas vidas por vivir», así finalizaba… una historia sórdida, la novela que había adquirido en el aeropuerto la semana anterior cuando realicé un viaje relámpago de ida y vuelta a Milán. Como era un thriller, yo habría deseado un final más truculento. Me recosté en mi sillón favorito imaginando otra frase que cumpliera mis expectativas. Entonces me dio el primer golpe de tos.

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