Te regalé una bonita sonrisa de Joker, amplia, de oreja a oreja, antes de que cerraran mi ataúd para que supieras que me iba en paz. No te guardaba rencor. Te perdonaba. Podrías así comenzar una nueva vida al lado de tu joven secretaria. Yo descansaría bajo la tierra con gesto dichoso y las manos entrelazadas sobre el pecho, aferradas al cupón que me regalaras por San Valentín.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS