Querido Señor Ashby:

He creído conveniente escribirle desde mi humilde morada para ponerme en contacto con usted debido a que siento que no está cómodo con mi presencia en el vecindario. Con esto no trato de excusarme; soy muy consciente de que puedo resultar un tanto “molesta” para los nuevos residentes, pero por ello, y porque me parece usted un verdadero caballero procederé a explicarle mi situación.

Me tiene realmente apenada el hecho de que nadie nos haya presentado, así que lo haré desde la curiosa intimidad que la escritura me concede. Mi nombre es Mary y, aunque no se haya dado cuenta, muy a mi pesar, soy su vecina más cercana; llevo un largo tiempo viviendo por aquí. Siempre me ha gustado este barrio. Creo que mi corazón siempre estará aquí.

Puede que se sienta realmente desconcertado al recibir esta carta pero no me gustan esas nuevas tecnologías en las que todo es digital y efímero. Prefiero la esencia de la tinta y el papel —como ya le he mencionado antes—; cosas de otras épocas. He de admitir que vivo anclada en el pasado y no creo que nunca pueda llegar a adaptarme a estas vidas tan ajetreadas que ustedes llevan ahora; ciertamente soy un alma antigua o vintage como lo llaman ustedes hoy en día.

Oh, qué despistada soy; se sentirá todavía más desconcertado al ver que ha recibido una carta de una desconocida para usted. Bien, me presentaré como es debido y ya que soy una romántica empedernida, le contaré por qué le escribo a usted en concreto. Su casa me trae tantos recuerdos…

Yo todavía era una niña, tendría unos 8 o 9 años. Madre dijo que debíamos ir a cenar a casa de los abuelos —los paternos, por si la curiosidad puede con usted— como era tradición todos los años. Al llegar a la humilde morada de los abuelos Victor y Sophia, estos nos recibieron con una gran sonrisa pero con una mirada curiosa a mis inocentes ojos infantiles.

Al poco tiempo de estar sentados a la mesa, me di cuenta de que mi querido tío Carl no había venido a la cena. Eso me puso realmente triste; de verdad quería mucho al tío Carl. Siempre me contaba las mejores historias de piratas que saqueaban barcos y conquistaban los corazones de princesas rebeldes.

Pero a pesar de su ausencia, la abuela preparó un pastel de carne —era la comida favorita de tío Carl—, y he de decir, que estaba realmente delicioso. Más que las veces anteriores. Esto hizo que su espíritu estuviera muy presente en la cena. Mucho más de lo que en ese momento creía.

La cena terminó y yo me retiré a jugar frente al fuego de la chimenea con una muñeca de trapo que tenía siempre en casa de mis abuelos. Ya que tío Carl no estaba, creé mi propia historia de piratas, pero no era lo mismo. Aunque sí que debería reconocerle, querido amigo, que a día de hoy sigo creyendo que mi tío sí asistió a esa cena. De una manera u otra. Quizá algún día le conozca a él también.

Sigo sin saber el tiempo que transcurrió desde que me levanté de la mesa y me fui a jugar, hasta que mi abuelita vino a decirme que mis padres habían tenido que salir urgentemente y debería pasar la noche con ellos. Aquello era extraño, mis padres nunca se marcharían sin avisarme, pero en esos momentos no hice especial hincapié en preguntarme por qué habrían hecho algo así. Solo podía pensar en lo feliz que estaba, me encantaba quedarme a dormir en casa de mis abuelitos.

Sophia, mi abuela, me acompañó a la habitación de tío Carl para que pudiera dormir allí. Dijo que no sería ningún problema, que el tío no pasaría aquella noche allí. Para llegar a la estancia, debíamos subir las escaleras de madera ¡Era tan divertido subir y bajar para hacerlas chirriar! Mientras subíamos una gran idea llegó a mi cabeza: podría pasarme toda la noche despierta jugando ya que sería el único dormitorio ocupado de la planta superior. La mejor noche de mi vida.

Una vez en la habitación, me metí en la cama y mi abuela me acurrucó bajo las mantas. Me besó en la frente y me hizo mucha gracia la nueva mirada que tenía. Me recordó a la mirada que tienen los perros callejeros cuando tienen hambre; una mezcla entre tristeza y rabia. Esa mirada que ponen para que te acerques a darles comida cuando realmente su plan desde el principio era morderte. Ya sabe, inocencia infantil.

Mi idea de la mejor noche de mi vida se fue desvaneciendo a medida que los brazos de Morfeo me iban abrazando. Comencé a parpadear pesadamente; mis ojos jamás habían pesado tanto. Caí en el sueño como caen las hojas en otoño.

Pero, mi querido amigo, alrededor de las tres de la mañana, la mejor noche de mi vida, dejó de serlo por completo.

Empecé a escuchar ruidos extraños en la habitación. Decidí ignorarlos, porque como ya le he dicho, estaba realmente a gusto dentro de ese plácido sueño. Eran unos susurros familiares que me decían que corriera, que saliera de allí. Producto de mi imaginación, supuse, hasta que dilucidé la voz del tío Carl. La imaginación de una niña puede ser desbordante, pero ¿por qué su voz?

Me levanté de la cama y le busqué emocionada teniendo la esperanza de encontrarle entre la negrura de la habitación, pero allí no había nadie. Sentí las sombras moverse y envolverme. Y sigo sin saber realmente si querían protegerme o avisarme de que la verdadera oscuridad todavía estaba por llegar.

Volvieron a susurrarme al oído que me escondiera, que ya no había tiempo. Sentía mi corazón saltándome en el pecho y las lágrimas me punzaban en los ojos. Querían salir. ¿Qué demonios estaba pasando? Yo solo era una niña pasando la noche en casa de sus abuelos, ¿por qué me estaba pasando esto a mí? Me metí bajo las sábanas como si eso pudiera protegerme de algo cuando de repente, despacio, muy despacio, se comenzó a escuchar la madera de las escaleras cediendo y chillando para avisarme de que alguien, o algo, subía a visitarme.

Todo mi cuerpo temblaba como un cascabel y sentía como mi espíritu se iba desvaneciendo. Que el miedo se apoderaba de todo mi ser, y me consumía como una vela. El tiempo se congeló y me heló a mí con él.

La puerta se abrió y una sombra negra recortada en la tenue luz se dejó ver a través de las sábanas. De repente mi escudo de tela se levantó bruscamente por los aires y aquello, frío, doloroso y sangriento, fue lo último que sentí.

Me fundí con la cama, las paredes, el suelo de aquella habitación. Toda mi esencia se quedó allí. Yo solo era una niña. Una niña a la que dieron un final terrible. Tío Carl quiso avisarme pero no le escuché. Mis abuelitos acabaron conmigo, pero mi espíritu nunca se marchó. Como ya le dije, mi corazón siempre perteneció a este lugar.

¿Sabe usted, señor Ashby, eso que se dice de que las personas con muertes terribles quedan atrapadas en este mundo? Debería empezar a creerlo. Realmente somos muchos los que nos encontramos a este lado, y bueno, ya sabe, hasta que no cerramos todos nuestros asuntos pendientes, no podemos marcharnos.

Podrá imaginarse lo terrible de llegar a un mundo de almas en constante sufrimiento, viviendo entre vivos que tratan de convencerse de que nuestra presencia solo es un producto de su imaginación, siendo ignorados por la gran mayoría, rodeados de pánico, dolor y pena a la edad de 8 años… esto, mi querido amigo, hace que se genere una personalidad un tanto peculiar, por no decir enfermiza.

En este punto de la carta ya se habrá usted percatado de que sí, estoy muerta y ha recibido una carta de una muerta. Pero es que me parece usted una gran persona y sé que comprenderá mi situación.

Le aviso porque puede que, mañana por la noche, el día de mi muerte, me vuelva ciertamente un poco loca. Y usted me cae realmente bien, como ya le he dicho.

Ha sabido evitarme desde que llegó aquí. Me ha evitado en mi propia casa, en mi territorio. ¡Por Dios si es usted un tipo con suerte!

Me sorprendió saber que después de tantos años encerrada en los espejos de esta casa, había alguien que no me temiera. Quizá por inconsciencia, por temeridad o simplemente porque a su agente inmobiliario no le importe mucho su código ético y no le contó las historias.

Así que, sí, me cae usted en gracia, me parece realmente suertudo, valiente y poco cariñoso consigo mismo. ¡Mírese un poco más en el espejo! Es todo lo que necesito. Mírese. Míreme. Escuche el sonido de la venganza entre estas paredes. Siéntala. Una y otra vez.

Tenga en cuenta mi gran generosidad hacia su persona, es usted todo un privilegiado.

Como a mí me avisaron, corra, escóndase o únase a nosotros al otro lado. Ya conoce el final de esta historia y, señor Ashby, si de mí depende escribir su final, no será nada agradable.

Atentamente, desde el otro lado, Mary.

Más conocida como Bloody Mary.

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