Pensé mientras el coche se lanzaba contra el muro que Luis tardaba demasiado en saltar. El estruendo fue brutal, el capó del coche como un acordeón, el parabrisas delantero reventado, trozos de cristal volando en todas direcciones, las ruedas traseras, tras unos segundos levitando, cayeron pesadamente rebotando en el asfalto, manos hacia la boca, ojos extremadamente abiertos, unos segundos de silencio…
Carreras, sirenas, gritos, llantos y esa cara con los ojos absurdamente abiertos y la sangre manando de la boca y tiñendo de rojo el airbag.
Así fue como murió mi doble. A toda velocidad.

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