Pensé mientras el coche se lanzaba contra el muro de cristal de la puerta de salidas de la terminal T4 de Barajas. Mi insignificante vida pasó por delante sin perderse ningún detalle y yo la contemplaba como mero espectador sin poder escapar al destino.
Desperté en un húmedo y maloliente sótano. Alguien me había dejado un plato de algo parecido a arroz con curry y pollo seco. Pero ¿Cómo había llegado hasta allí? ¿Acaso era aquella una celda en la que debía cumplir condena? Sí lo era, lo entendí en el momento que supe que alguien me observaba…
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