Pensé mientras el coche se lanzaba contra el muro…
¡Es un sueño!
Abrí los ojos con el corazón a mil, mis manos asían fuertemente el volante. Los faros iluminaban la carretera desierta.
¡Gracias a Dios! No había muro delante de mí.
Igualmente podría haberme matado.
Tendría que haber parado hace horas… No planifiqué los descansos del viaje.
Sólo quería llegar lo antes posible a mi destino.
La voz de mi madre repicaba en mi cabeza, «cada uno tiene su día».
Debe ser verdad. Gracias al muro de mi sueño, no he llegado al destino final antes de tiempo.
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