Pensé mientras el coche se lanzaba contra el muro, que ojalá el peso de aquella pick up y la pendiente desde donde la empujamos para que avanzara sin control, generasen potencia suficiente.
La tarde se complicó en un control de carretera, para terminar perseguidos por un agente de fronteras al que descalabré de un botellazo, harto de soportar sus indultos y provocaciones, mientras pisoteaba nuestros pasaportes.
Cuando cayó el muro, saltamos, nadamos y corridos, hasta que me cogió el brazo mi compañera: “Tranquilo guey, estamos en casa”, mientras sonreía señalando el cartel: “Bienvenidos a Tijuana”.
Curro El Palmo
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