Pensé mientras el coche se lanzaba contra el muro en nuestra última conversación.
Tú mostrabas interés en tener hijos, yo buscaba la forma de explicarte mi infertilidad.
Durante nuestra vuelta a casa decidiste ponerte en el asiento de atrás.
Tan solo abriste los ojos ante el final adelantado; en ese momento en que, yendo por la regional que une nuestro pueblo con Salamanca, una furgoneta decidiría que yo iba a ser el único superviviente.
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