Todo olivo, todo mar, todo turba y montañas mudas que parecen mirar con ojos de sangre e historia los caminos que se pierden en el atardecer. En sus vientres descansan los hijos negados por el pueblo espartano. En sus carnes, carreteras quejumbrosas llenas de motos que resuenan distantes y camiones destartalados preñados de frutas y de rostros terrosos de mirar distante. De sol rojo desgarro se tiñe la tarde mientras un bouzouki vierte alegre llorar y rasgar de cuerda en el golfo de Lakonia.

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