Su barba y su melena expuestas al viento se enredaron en su cuello con tal violencia que le impedían respirar.
Él le había propuesto un viaje sin destino y un trayecto ignoto.
––Para arreglar lo nuestro ––le dijo.
Ella se alegró porque creía que lo suyo no tenía arreglo.
––Estupendo ––contestó en voz baja por miedo a estropearlo todo una vez más.
En la terraza del hotel los huéspedes miran horrorizados la escena y consiguen separarlos cortando sus pelos asesinos.
––Ha sido un accidente ––se excusa él.
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