- Lástima que no haya billetes para maniquíes – me soltó el hombre del mostrador, mientras dejó deslizar sus ojos por mi cuerpo y a su boca asomó una sonrisa prepotente con cierto aire de lascivia.
Debería estar acostumbrada, llevaba toda la vida soportando frases y actitudes semejantes … intentos de macho alfa con poco cerebro, pero yo seguía reaccionando. Le miré fíjamente a los ojos, saqué la carta y se la entregué con mano firme. Él la cogió con displicencia pero su cara y su actitud fueron cambiando a medida que la leía…
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