En esta maleta no cabe casi nada, en verano todavía me apaño pero en este tiempo: el abrigo, las botas, el pantalón ancho y el suéter de cuello vuelto, las gafas y el pañuelo… Quiero ir de riguroso luto aunque no lo merece. Son noventa y seis años preñados de genio y figura.

Lo he visualizado tantas veces que vivo en la quimera de que sucederá durante un viaje. Ya me he acostumbrado a la doble maleta, la que no abro y la que sirve, porque puede ocurrir en cualquier momento y quiero estar preparada.

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