no cabe casi nada. Nos la dieron con el detalle preciso y aquí estamos, mirándonos unos a otros, y a nuestros uniformes equipajes. Cuando se abren las grandes puertas una luminosidad diafana ingresa en el amplísimo salón entre nuestro murmullo indefinido. Allá el andén, y el transporte descendiendo hasta posarse al extremo de la explanada. Ya no hay retorno. El test que nos permitió estar aquí era extenso y minucioso pero su consulta final determinante. Y curiosa: ¿quiere irse o quedarse? Iniciamos la caminata como una procesión, nosotros y nuestros pocos trastos, porque en esta maleta no cabe casi nada.

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