Pensé mientras el coche se lanzaba contra el muro que había gastado el dinero en balde. Sus berrinches me tenían loco y ya no sabía cómo controlar toda esa ira por la falta de su madre. ¡Pero si solo había ido a la peluquería, por Dios! En cuanto vio su nuevo juguete roto en pedazos, el llanto se intensificó volviendo otra vez al punto de partida. Los niños tendrían que tener manual de instrucciones.

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