A mi primo Víctor (estés donde estés).

Desde ésta Isla que hace años conquistó mi corazón, tumbada bajo el sol sobre la posidonia seca y mullida que la resaca dejó apartada del mar hace ya algún tiempo, desde ésta que siempre será mi Illa d’en Colon, donde la única compañía es mi propio pensamiento, con la piel desnuda despojándome de cualquier lastre material e identidad, desde aquí, te escribo mentalmente. Aquí, tumbada con los ojos semi entornados y escuchando el rumor de éste mar turquesa, afloran algunos de los pocos recuerdos de nuestra niñez:

¿Recuerdas cuándo éramos niños?

Nos rasgábamos los pantalones y coleccionábamos tantas medallas como cicatrices. Caminábamos descalzos por el asfalto y nos tiznábamos los pies. No nos preocupaban en absoluto los churretes en nuestros rostros ni el sudor empapando nuestro pelo. Lo único que queríamos era diversión, diversión y diversión. Los problemas eran tan ajenos a nosotros como el aburrimiento. Ninguno de los dos conceptos tenía cabida en nuestro entendimiento.

P.D: Lástima que nunca recibas esta postal. Te quiero.

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